lunes, 20 de octubre de 2014

Novedades… - Relato para «Te robo una frase» 4ª edición.







Caía la tarde. Seguramente ya era cerca de las siete cuando Marcia salió de su casa, tomó un taxi dispuesta a dirigirse a la dirección que guardaba, celosamente, en un papel muy bien plegado en el fondo de su bolso. Lo extrajo, con nerviosismo, lo desdobló rápidamente y tras leer lo que en él decía, comentó al taxista:

—Buenas tardes, lléveme a la calle Isla de Lobos, número cincuenta y cinco.

Su voz se sonaba algo entrecortada, indecisa, titubeante. El propio taxista lo notó

—¿Está segura de que esa es la calle a la que desea ir, señora? —preguntó con la curiosidad dibujada en sus ojos.

—Sí —contestó la joven—, es ahí donde deseo ir —dijo esta vez con el tono de voz más sólido.

En poco tiempo ya estaban en la zona industrial, ante el número cincuenta y cinco de la calle mencionada. Ella  miró de reojo el lugar, mientras abría su monedero para pagar la carrera.

—¿Me puede decir cuánto le debo?— preguntó al taxista.

—Son siete euros, pero si me abona diez estaré esperando quince minutos. La vuelta a casa le saldrá gratis. Ya sabe que abona ambas cosas; sólo tendría que pagar la espera.

—No se preocupe, para volver tomaré otro taxi, gracias —contestó de forma inequívoca.

—¿Está segura? Aquí es muy difícil conseguirlo, tendrá que llamar por teléfono. Además, puede que lo que encuentre en esta dirección no le guste —comentó el joven taxista, haciendo un guiño.

La joven se sintió malhumorada ante el atrevimiento del chófer; dándole las gracias y  tras abonar el servicio, se dirigió a tocar el timbre de aquella nave solitaria, a las afueras de la ciudad, y lejos de cualquier parada de autobús o taxi alguno.

Tras abandonar el vehículo, se dirigió a tocar el timbre; ya era de noche, apenas unas pocas estrellas iluminaban el lugar.

    —¿Quién es? Identifíquese — se escuchó a través del portero eléctrico.

 —Soy «Iluminada Nostálgica»— contestó.

 —Dígame la clave que se le ha asignado —preguntaron nuevamente.

 —Seis, veintidós, cero, alfa — contestó.

  —Está bien, puede pasar.

Acto seguido se abrió la puerta; en el interior del recinto no había más luz que en el exterior. Todo permanecía a oscuras. A tientas, logró avanzar, mientras rozaba algunos cuerpos semidesnudos y tropezaba con algún que otro mueble. Inesperadamente, una mano se acercó a la de ella y, tras tomarla con mucha delicadeza por la muñeca, le pidieron que la acompañase.

—¿A dónde me llevan? — preguntó algo asustada.

—Vamos a la sala de bienvenida. Allí se te explicará lo que aún no sabes de este local.

Callada, asustada, pero con la curiosidad y el morbo peleando en su cuerpo contra su propia moral, siguió adelante, hasta llegar a una habitación en penumbras. Una vez allí, se cerró la puerta de forma inesperada.

 —Puedes desvestirte y colocar todos tus enseres en esta taquilla. Te daré la llave, atada a un cordón, que podrás colgar de tu cuello o de tu muñeca. Puedes desvestirte hasta donde tú desees. Nadie te obligará a hacer nada que no quieras… tú serás quien decida hasta dónde y hasta cuándo.

La joven asintió, no sin antes preguntar:

—¿Cuánta gente hay aquí hoy? ¿Hay más hombres que mujeres? Y si reconozco a alguien, ¿qué hago…?— preguntó algo asustada, aunque con mucha curiosidad.

—Hay unas noventa personas, la mayoría asiduas al local. El sesenta por ciento suelen ser hombres, pero se interactúa igual ante unos que ante otras. Si te encuentras a  una persona conocida, él o ella  estará en la misma situación que tú, así que «ver y callar, para siempre», ese es el trato— contestó la voz de quien le acompañaba.

Una vez se desvistió, tomó la llave de la taquilla y la colgó en su cuello. La persona que estaba a su lado la llevó nuevamente fuera de la sala de bienvenida, y allí la dejó, entre el tumulto de gente.

Sentía olor a cigarro y otras hierbas, además de algunos perfumes que le eran conocidos y otros nuevos para su olfato. En ocasiones le resultaba difícil distinguir si se trataba de un hombre o de  una mujer, a no ser que pasasen demasiado cerca y les escuchase hablar.

Se sentía extraña. No podía ver a nadie, no podía mirar a los ojos… sólo veía siluetas y, notaba como varias manos a la vez se iban posando sobre su cuerpo, haciéndole sentir sensaciones que nunca antes había vivido.

—Te intuyo asustada, ¿eres nueva?— le preguntó una voz al oído.

—Sí, es la primera vez que vengo. Vi algo en la web, sentí la curiosidad de probar sensaciones nuevas, y… me atreví —contestó.

—¿Vienes? Me encantaría que te iniciaras conmigo…— sugirió su acompañante.

—De acuerdo, ¿a dónde vamos? —preguntó curiosa.

—A un extremo. Ten presente que cualquiera puede unirse…

Sí, lo sé… Quizá sienta deseos de salir corriendo —comentó la chica con la voz entrecortada, pero deseosa de probar la nueva situación que se abría ante sus ojos, a pesar de no poder distinguir con quien la iba a compartir.

Llegaron hasta una cama enorme, redonda, con un colchón de agua, tal y como pudo comprobar cuando su cuerpo se tambaleaba, dulcemente,  al sentarla su acompañante en el borde. Acto seguido, comenzó a manosearla con delicadeza; mientras, la tumbó hacia atrás, y lentamente fue besando cada poro de la piel de  su ombligo, de su vientre… subió hasta sus pezones, succionándolos como alguien que se encuentra sediento,  en el mismo centro de  un desierto… La joven no hacía más que gemir, disfrutando de los placeres que estaban comenzando a inundarla, con los ojos bien cerrados, intentando atrapar todo aquel placer que estaba degustando. De repente, notó como otras manos y otra boca se acercaban a su cuerpo, a la vez que se ruborizó y un escalofrío la recorrió desde la nuca al último dedo de sus pies; la humedad de los nuevos labios terminó por excitarla aún más…  No le bastaba estarse quieta, ahora necesitaba rozar otra piel; no sólo había que sentir placer, sino que quería saber que también lo podía proporcionar.

Extendió su mano, intentando tocar el cuerpo de quien se le acababa de acercar con las yemas de sus dedos. Tenía los ojos cerrados, pero daba igual, no podía ver nada. «La persona que había al otro lado era una mujer joven. Muy obviamente una mujer joven. No había manera posible de confundirla con un hombre joven en ningún lenguaje, especialmente en braille».  ­Era la primera vez que tocaba unos pechos femeninos, y jamás pensó que pudiera excitarle tanto…  Deseó devorarlos, y así  lo hizo. Mientras, sus dedos buscaban la humedad y el gemir pausado de la dueña de tan grandiosos senos.



—Ring… ring… ring…

El dichoso timbre la sacó de la placentera siesta. Portaba una sonrisa especial. Se rascó los ojos con los dedos apretados, a modo de puño… y, de repente, recordó la cita que tenía esa misma tarde.

—¿Iré o no? —se preguntaba, con algo de malicia en la mirada, curiosidad en la sonrisa y el cuerpo extendido sobre la cama, a modo de placentero despertar.




Irene Bulio © 20.10.2014




Cada mes se propone una frase, bien de un libro, bien original.  La propuesta para  este mes es: «No se tome la vida demasiado en serio; nunca saldrá usted vivo de ella» —De Elbert Hubbard. Ensayista estadounidense. —Propuesta por Frank Spoiler.

El resto… de los participantes, en el siguiente enlace.
  


domingo, 19 de octubre de 2014

Cada día.





Desperté y  una sonrisa
fue el obsequio matinal;
guardada quedó al final
tras disfrutarla sin prisa,
por ver qué color irisa
cuando deje de llover
y tú puedas ver crecer,
como cosa más hermosa,
la azulada y bella rosa
que para ti va a nacer.




Inma Flores © 2014

Quisiera...


(Imagen tomada de internet, autor desconocido)



Versión humor:
Quisiera sorber despacio
serenidad, fortaleza…,
perder aquella tristeza
con la que nunca me sacio
quizás por ser muy reacio
a sentir como tú juegas
pretendiendo que esté a ciegas,
sin sentir el aguijón
de un romántico abejón,
que eternamente, me niegas.

Otra:
Quisiera sorber despacio
serenidad, fortaleza...
además de la tristeza
de la que siempre me sacio
pues queda muy poco espacio
cuando mi corazón pliegas
y queriendo vivir llegas
a nublarme la razón,
rompiendo el caparazón,
dejando mi tino a ciegas




Irene Bulio © 2014